Parece que el Covid , entre otras bonitas cosas, nos ha predispuesto a enfadarnos más a menudo y por más razones. Es que como que todo nos afecta mucho más que antes. Y el enfado mal gestionado puede terminar en ira, o lo que es peor, puede alimentar una depresión mayor sin darnos cuenta. La ecuación que debemos controlar es la que controla el tiempo y la intensidad aplicada. Pero ¿cómo lo hacemos para que no trascienda a más?
Soy super fan del enfado. Como emoción natural, nos permite revelarnos ante peligros que la vida nos pone por delante y muchas veces es la única forma de movilizar/nos frente a aquello que consideramos peligroso. Es verdad que algunos somos más propensos a enfadarnos que a otros. Todo depende desde mi punto de vista de dos factores: Saber cuántos enfados has acumulado (no exteriorizado) en el pasado; y también , como segundo factor, saber cuántos de los enfados exteriorizados han obtenido el objetivo perseguido.
Químicamente no podemos estar peor hechos, puesto que el enfado llama al enfado. Cualquiera de las situaciones que provocan una alteración nerviosa y emocional nos producen a su vez un incremento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea y de los niveles de adrenalina y noradrenalina. Esto no ayuda a cortarlo en el tiempo, porque muchas de estas sustancias cuando son creadas , predisponen a la fábrica que las crea a hacer más y más rápidamente. Es por eso por lo que a veces tendemos a pensar que todo nos está enfadando.
El golpe en la mesa muchas veces es necesario. Permite que ganemos en consciencia de una situación que nos disgusta y también permite que otros lo puedan ver. Lo más importante en estos casos es conocer el disparador de ese enfado. Porque aunque a veces parece de perogrullo , puede ser que ese enfado sea secundario de otro anterior que «mancha» todas las interpretaciones que hacemos todo. Es decir, el origen del problema no está en el momento en sí, sino en una acumulación de momentos que disparan la emoción. Por eso conviene siempre ir al nodo central o disparador primario de la emoción.
Acumulamos en la mochila de la vida muchas situaciones que nos enojan y que no hemos externalizado. Pero la mochila tiene siempre una capacidad limitada.
Diego Antoñanzas
Por no hablar las cosas, por no mostrar enfado , por no herir los sentimientos de otros, lo guardamos en nuestro cajón de la ira. Pero claro, ese cajón no es ilimitado. Ese cajón tiende en algunos casos a rebosar con facilidad (especialmente cuando se aloja en un cuerpo que ha sufrido mucho en el pasado). Y el problema es cuando el enfado primario (el del golpe en la mesa) se convierte en irascibilidad. O la habilidad para que todo , absolutamente todo, nos enoje, nos moleste.
Si estamos impregnados de irascibilidad nuestras relaciones personales con el resto del mundo se llenan de conflictos algunas veces insuperables que terminan en separaciones traumáticas. Es el resumen famoso expresado con : » es que ya no hablamos, solo discutimos «. Muchas de estas situaciones son mochilas de enfados no expresados/sentidos/emocionados que acumulamos en el tiempo. Y a veces ya no merece la pena ni sacarlos a la luz porque ya no van a cumplir el objetivo perseguido que cuando se activaron .
La elevada ira mantenida en el tiempo, puede desembocar en una depresión, o incluso provocar infartos casi tanto como el colesterol elevado o la vida sedentaria. En este cocktail la ansiedad tampoco ayuda, y a veces comparte los mismos orígenes emocionales que nos llevaron a ese estado permanentemente irascible.
¿pero cómo controlamos la irascibilidad? Pues no siempre es fácil. De momento, mi primera recomendación es no acumular enfados no expresados. Hablar las cosas, expresar cuando algo nos molesta (lo podemos hacer enfadados o no, pero no podemos ocultar nuestro sentimiento hacia otros). Lo segundo es pensar que no siempre tenemos que tener la razón. La gente, nuestros seres queridos, también tienen personalidad propia, y no siempre está en línea con nuestros deseos. La aceptación de las diferentes formas de pensar o actuar nos lleva a enfadarnos menos.
La irascibilidad se produce en personas que tienen un sentido de justicia muy definido con pocas rupturas. Esta justicia a su vez produce una exigencia interior permanente que les permite «saltar» cuando algo cruza la frontera establecida. En vez de «dejarse llevar» y «aceptar diferencias» , tratan de imponer las suyas. Una de las formas más rápidas de diferenciar enfados e irascibilidades permanentes es cuando al conducir un vehículo todo nos enfada y saltamos a la mínima de cambio.
Yo siempre recomiendo ganar en consciencia como primera medida. Ser muy conscientes de que lo que estamos pasando no es normal y está afectando a nuestras relaciones. Lo segundo y más lógico es hablar las cosas , cuanto antes mejor . No acumular. Y lo tercero es aceptar, no todos somos como nosotros, nuestra justicia no es la única que hay… no podemos gustar a todo el mundo ni a todo el mundo le debe gustar todo lo que hacemos o decimos.
Y si a pesar de todo esto ves que no mejoras, estamos seguros que podemos ayudarte. Si necesitas un coach presencial en Madrid, no dudes en pedirme ayuda, y estoy seguro que podemos encontrar juntos una forma de apaciguar los malos sentimientos mantenidos en exceso en el tiempo…
hola soy antonio ,en respuesta a todo eso que comentas ,me parece muy bien ,pero es tan complicado y tan dificil de ver como gente que apenas tienen merito en la vida o que apenas hacen casi nada ,ver como triunfan en situaciones en las que tu mismo has dado todo de ti .
Gracias Antonio. Efectivamente tienes toda la razón. No siempre el esfuerzo está recompensado con el premio. Pero eso no nos impide seguir luchando por aquello en lo que creemos. Mucho ánimo , sigue luchando.